En 1511, Diego Velásquez partió de La Española (ahora la República Dominicana) para conquistar y colonizar a Cuba. Entre sus soldados estaba Hernán Cortéz, que posteriormente conquistaría a Méjico. Al llegar a Cuba, Velásquez fundó a Baracoa la primera población española.
Hatuey, un jefe Taíno de isla de La Española, que había escapado en canoas con alrededor de cuatrocientos hombres, mujeres y niños, advirtió a los cubanos lo qué podían esperar de los españoles. Él les explicó la necesidad de unirse contra los hombres blancos el enemigo común, los que habían infligido mucho sufrimiento a su pueblo.
Según lo reportado más tarde por el sacerdote Bartolomé de Las Casas, Hatuey mostró a los cubanos una cesta llena de oro y de joyas. Y dijo "este es el dios que los españoles adoran. Por esto ellos luchan y matan; por esto nos persiguen y es por eso qué tenemos que lanzarlos al mar"
Ellos nos dicen, "que adoran a un dios de la paz y de la igualdad, pero usurpan nuestras tierras y nos hacen sus esclavos. Nos hablan de un alma inmortal y de sus recompensas y castigos eternos, pero roban nuestras pertenencias, seducen a nuestras mujeres, violan a nuestras hijas. Y como no pueden igualarnos en valor, estos cobardes se cubren con hierro que nuestras armas no pueden romper."
Los Taínos de Cuba oriental y central no podían creer el horrible mensaje de Hatuey, y solamente unos pocos se le unieron.
La estrategia de Hatuey contra los españoles fue la de atacar, a manera de guerrilla, y después dispersarse a las lomas, donde los se reagrupaban para el siguiente ataque. Por cerca de tres meses las tácticas de Hatuey mantuvieron a los españoles a la defensiva, asustados de dejar la fortaleza de Baracoa.
Gracias a un traidor, Velásquez pudo rodear y capturar a Hatuey. En Febrero 2, 1512, Hatuey fue atado en una hoguera en el campo español, donde fue quemado vivo. Momentos antes de encender el fuego, un sacerdote le ofreció la salvación de su alma, mostrándole la cruz y pidiendo que él aceptara a Jesús para ir al cielo. "¿Hay gente como ustedes en cielo?" Preguntó Hatuey. "Hay muchos como nosotros en cielo" contestó el sacerdote. Hatuey contestó que él no deseaba saber nada de un dios que permitía que tal crueldad fuera hecha en su nombre.
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