De un extremo a otro de la Isla participan de la vorágine hombres, mujeres, niños y ancianos. Es la apoteosis de la alegría, en la tierra del perenne choteo, la jarana, el desenfado y el buen humor.
Aunque las celebraciones varían de fecha en dependencia del lugar, ellas abundan en los meses de verano, cuando están de vacaciones los jóvenes estudiantes y gran parte de los trabajadores.
Los elementos comunes a todas las fiestas suelen ser los desfiles de carrozas, las competencias coreográficas entre comparsas, la presentación simultánea de grandes orquestas de música popular, los bailes multitudinarios y el expendio de comidas y bebidas.
Para muchos, los más famosos de todos los carnavales de la Isla son los de Santiago de Cuba. La fiesta de la capital del Caribe se distingue por su tono eminentemente espontáneo y popular.
Por unos días, la música inunda todos los rincones de Santiago. Suenan las tumbadoras, las trompetas, los cencerros, las cajas de madera, los sartenes, las latas... y ¡la corneta china!, un instrumento emblemático de la ciudad, cuyo sonido particular convoca a los bailadores.
Unos pocos vecinos comienzan la conga en sus barrios, a varios kilómetros del centro de la ciudad. En el recorrido, las personas se van sumando al baile, y la conga se alarga más y más. Quien intenta disfrutar de lejos, mirando con curiosidad, termina contagiado por el ritmo y entra al jolgorio amorfo y tumultuario. En el carnaval de Santiago no hay espectadores. Ante el llamado de la corneta china ni los forasteros se resisten a la tentación.
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