La presencia de María en la Historia de Cuba y de nuestra Iglesia se remonta al surgimiento de la primera comunidad de origen Indio, nacida por la predicación de un anónimo soldado español de Sebastián de Ocampo, en 1509.
Por inspiración del anónimo soldado levantaron los indios el primer templo cubano, desde el cual elevaban sus súplicas a Dios y en el que colocaron una imagen de la Virgen.
Pero fue en la lejana fecha de 1608 cuando la Santísima Virgen, Madre de Dios, quiso manifestar su especial amor por nuestra tierra y por sus hijos, sabemos por testimonios muy antiguos y directos, la historia del hallazgo de la bendita imagen. Los relatos se remontan el año 1687 e impresionan por su sencillez y belleza:
"...estando una mañana la mar en calma, salieron de dicho cayo Francés para la dicha salina, antes de salir el sol, los dichos Juan y Rodrigo de Hoyos y este declarante. Embarcados en una canoa y apartados de dicho cayo Francés vieron una cosa blanca sobre la espuma del agua, que no distinguieron lo que podría ser, y acercándose más les pareció pájaro y ramas secas. Dijeron dichos indios, parece una niña, y en estos discursos, llegados reconocieron y vieron la imagen de Nuestra Señora de la Santísima Virgen con un niño Jesús en los brazos sobre una tablilla pequeña, y en dicha tablita unas letras grandes, las cuales leyó dicho Rodrigo de Hoyos, y decía:
y siendo sus vestiduras de ropaje se admiraron que no estaban mojadas, y en esto, llenos de gozo y alegría, cogiendo solo tres tercios de sal, se vinieron para el Hato de Barajauá."
La imagen de María de la Caridad fue encontrada por tres representantes de las clases más pobres y explotadas: dos indios y un negro esclavo, a quienes llena de alegría con su presencia.
Muy poco tiempo después la imagen de la Virgen será trasladada al pueblo de El Cobre.
En 1915 los veteranos mambises, envían una carta al Papa Benedicto XV pidiendo que proclame
El 8 de septiembre de 1927 era inaugurado el actual Santuario en El Cobre. Desde allí la Virgen continúa protegiendo, con mirada y corazón maternal, a todos sus hijos que, en Ella, descubren uno de los mejores medios para encontrarse con Jesús, fuente de nuestra esperanza.
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