Al llegar el 8 de Septiembre, el pueblo cubano, en la Isla amada y en el amargo destierro, siente en el hondo del alma, la FE en la Virgen de la Caridad del Cobre, su gloriosa Patrona; fe que nadie ha podido ni podrá jamás arrancar de su corazón cristiano. Es el día de la festividad, desde hace siglos, de la Virgencita que tiene un trono en cada hogar cubano, bajo cuyo manto de ensueño las madres cobijan a sus hijos y que, en la manigua insurrecta, escoltada de palmeras, gano batallas para la Libertad.
Ella se convirtió en un símbolo de la nacionalidad y del patriotismo. Tanto es así, que en los días azarosos de las guerras por la Independencia, ser devoto de la Virgen de la Caridad era como ser partidario de los mambises. Y Ella fue en los campamentos una Mambisa mas y los cubanos aclamaron a la
fue en la madrugada gloriosa del 10 de Octubre de 1868. Se acercaba la hora suprema y Carlos Manuel de Céspedes escribía un Manifiesto dirigido a las naciones diciéndoles que
También se ocupaba de la confección de la bandera. Con que hacer la bandera? Cuenta el historiador Rouset que Céspedes, apurado, tomo su muceta de abogado, que era roja; el vestido de bodas de su esposa y corto un pedazo de la blanca tela; y, faltando el azul, tomo el manto azul de la Virgen de la Caridad que tenia en una urna; y con todo ello se hizo la bandera que momentos después tremolaba al grito de
en el batey de La Demajagua. El simbolismo reúne las esencias mas puras de la sociedad cubana: la idea del Derecho, la idea del Amor y la Familia, y la FE en la Virgen de la Caridad del Cobre siempre presente en los momentos culminante de la vida cubana. Aquella bandera habría de flotar en el humo de la pólvora.
Y la Guerra Grande se inicio. Y el poblado del Cobre fue tomado por las fuerzas libertadoras al mando genial de Máximo Gómez. Avisado Céspedes, quiso el Padre de la Patria visitar la Villa y allá fue. Se dirigió al Santuario de la Virgen, a cuya puerta le esperaba el sacerdote. Le seguía la oficialidad cubana, entre la que descollaban Pedro Figueredo, el autor del Himno de Bayamo; Luis Marcano, Francisco Vicente Aguilera, Calixto García, Máximo Gómez, Donato Mármol; y entre los ayudantes, el comandante Rosendo Arteaga, padre del primer Cardenal cubano. Céspedes se arrodillo ante la Virgen y le rindió su espada Mambisa. El Santuario lleno de insurrectos era escenario de un acto trascendental: los Hombres del 68, los Hombres grandes de la Guerra Grande, postrados ante la Virgen de la Caridad rogándole por la Patria.
El Mayor General Ignacio Agramonte se vio copado por fuerzas superiores. Solo le quedaba una brecha. Tenia que atravesar con sus noventa y seis hombres y eran trescientos los enemigos que la defendían e impedían el paso. Desenvainando su espada, Agramonte como en el rescate de Sanguily, arengo a sus reducidas fuerzas, esta vez con un solo grito nacido del alma del bayardo:
Y como tromba desbastadora, la caballería de Agramonte marcho al galope y la brecha fue atravesada y el enemigo burlado.
Narra el General Miro que en el combate de la mano del muerto en la gloriosa campaña de Pinar del Rio, a las tropas del Lugar Tte. General Antonio Maceo se le habían acabado las municiones. Frente a ella había un Ejército enemigo, poderoso y bien armado. Cuentan que un ayudante se acerco al General Antonio para insinuarle la retirada. El Titán de Bronce insistió en que se debía atacar. Alguien le interrogo: Con que vamos a cargar? Y el General Antonio Maceo respondió:
Y ordenó la carga al machete.
El clarín cubano resonó electrizante. Le arrebataron al enemigo el parque que necesitaban. En el fragor de la lucha un soldado español se lanzo sobre Maceo y trato de clavarle un puñal. El arma dio el la medalla de la Virgen de la Caridad que llevaba Maceo sobre su heroico pecho y solo le produjo un rasguño. Terminado el combate, Antonio Maceo dijo estas palabras: "Todos debemos darle las gracias a la Virgen de la Caridad del Cobre, porque Ella también esta peleando en la manigua".
Tal ha sido la Virgen de la Caridad del Cobre para Cuba: fuerza, aliento, fe y esperanza. Madres, novias, esposas, hermanas, prendían en las ropas de los héroes la medalla bendita. Así la llevaba Ignacio Agramonte. Así la llevaban los Maceo. Así la llevo Céspedes, los Moncada, López Coloma, los García, los Rabí, Máximo Gómez.
Y es José Martí, el Apóstol de la Independencia Cubana, el que en versos que titulo
cuando iba por los caminos del mundo gritando el dolor de Cuba, dirigió a la Virgen este ruego vehemente:
"Madre mía de mi vida y de mi alma,
Dulce Flor encendida,
Resplandeciente y amorosa gasa
Que mi espíritu abriga"..
"Mata en mi la zozobra
Y entre la sombra de mi alma brilla....
!El peregrino muera!
!Que la Patria no gima".
En una clara mañana de septiembre, los Veteranos de nuestras guerras, portando una bandera cubana que quisieron frendarle a la Virgen, se dirigieron a la Villa del Cobre. Mas de dos mil mambises, a caballo, como en los días heroicos, con seis Generales de la epopeya al frente, marcharon hacia el Santuario. Allí se reunieron Generales, Coroneles, Comandantes, Capitanes, Soldados todos del Ejército Libertador; y con ellos el Pueblo. "La Patria cubana--dijo el ilustre orador Manuel García Bernal--ha nacido al calor de vuestra devoción a la Virgen de la Caridad".
Y después, el General Tomas Padro Griñan, dio lectura al documento que los Veteranos de las Guerras de Independencia de Cuba dirigían al Papa, Jefe Supremo de la Santa Iglesia Católica. La voz del Alma Mambisa resonó en aquellos instantes y sus ecos vibraran por siempre en el alma de Cuba.
Y a nombre del Ejército Libertador y el Pueblo de Cuba se dirigió al Sumo Pontífice Benedicto XV:
"No pudieron, Santísimo padre, ni los azares de la guerra, ni los trabajos para librar nuestra subsistencia, apagar la fe y el amor que nuestro pueblo católico profesa a esa virgen venerada, y--antes al contrario--en el fragor de los combates y en las mayores vicisitudes de la vida, cuando mas cercana estaba la muerte o mas próxima la desesperación, surgió siempre como luz disipadora de todo peligro, como rocio consolador para nuestras almas, la visión de esa Virgen bendita, cubana por excelencia, cubana por el origen de su secular devoción, y cubana porque así la amaron nuestras madres inolvidables, así la bendicen nuestras amantes esposas, y así la han proclamado nuestros soldados, orando todos ante Ella para la consecución de la victoria y por la paz de nuestros muertos queridos; y acusaría una vergonzosa ingratitud por nuestra parte el que a los beneficios que esa Virgen excelsa nos prodiga, PERMANECIERAMOS INACTIVOS Y MUDOS y no levantáramos nuestra voz ante el Sucesor de San Pedro para que, haciéndose interprete de los sentimientos del pueblo católico de Cuba y de los de su Ejército Libertador que profesan la religión de nuestros antepasados, y usando de las facultades de que se encuentra investido, declare, previos los tramites correspondientes, como
y de fiesta eclesiástica en ella, el día que lleva su Santo Nombre.
A Vuestra Beatitud suplicamos humildemente se sirva acceder benigno a nuestra solicitud
Villa del Cobre, 24 de septiembre de 1915
El Mayor general Agustín Cebreco, Jefe de los Ayudantes del Titán Maceo, tomo en sus manos la bandera de la estrella solitaria y se la ofrendo a la Virgen de la Caridad, como símbolo de la unión eterna de la Patria cubana con la Reina del Cielo, en nombre del Ejército Libertador que la aclamaba por
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